El dueño de una empresa, nos cuenta cómo sobrevivir a un concurso de acreedores, que acaba de superar uno, Flores Valles, cuenta en primera persona las dificultades con las que se ha encontrado hasta ver la luz al final del túnel.
A diferencia de otros países en los que un concurso de acreedores (el chapter eleven de los anglosajones) puede servir para dar un respiro a una empresa que atraviesa dificultades, en España en el 80% de los casos supone la muerte. Más adelante veremos cómo sobrevivir a un concurso de acreedores de la mano de un «superviviente» de este duro proceso.
Y no solo por sus problemas en sí, sino por el tiempo que tardan los juzgados en poderse acoger a esta fórmula y porque también algunos competidores utilizan esta situación para, injustamente, acabar con la competencia.
ESdiario ha querido conocer la realidad de una empresa y de cómo sobrevivir a un concurso de acreedores, demostrando que es posible si se da una serie de circunstancias. Hablamos con José Luis Flores, presidente y sexta generación de la familia propietaria de la empresa Flores Valles. La compañía industrial más antigua de Madrid (se remonta a 1830) y que es líder en fabricación de cocinas industriales y de mobiliario de laboratorios.
José Luis nos confiesa que no se han muerto por una semana, pues en estas situaciones el tiempo es un factor clave. «Hay que seguir atendiendo a los encargos porque si no estás muerto y cuando ves que vas a llegar a esta situación, hay que preparar la situación haciendo caja para lo que se te viene encima y sobre todo, ser generoso y honesto», señala.
«Honesto preparando un plan de viabilidad que presentar ante los juzgados y el banco que tú mismo te creas, y generoso haciendo perder el mínimo dinero posible a tus acreedores para que estén dispuestos a apostar por ti», dice este empresario.
Confiesa que si consigues convencer a un banco, es el primer paso para que te sigan el resto. También diferencia claramente entre los negocios de caja, en los que la actividad sigue y hasta te puede interesar la fórmula del concurso, y las industriales, en las que tus competidores ya se encargan de decir que estás mal y debes también informarles de tu situación a tus clientes. Por tanto, cuanto más rápido se haga todo mejor.
Por ello, es casi un prodigio que esta empresa en tan solo tres meses consiguiera acordar con los acreedores un pacto y en tan solo seis meses, recibir la sentencia.
Flores se muestra ufano de haber cumplido con los encargos para clientes y obras tan importantes como los hoteles Plaza de España, Portaventura o el proyecto Canalejas en Madrid. Eso sin contar sus proyectos internacionales en Perú, Panamá o Colombia, pues la empresa estaba muy internacionalizada.
Lógicamente, hablamos de un proceso muy traumático. Por ese motivo, José Luis decidió encargar a su consejero delegado, persona clave en todo este proceso, la negociación con sus empleados. Se puso en marcha un ERE, un plan de prejubilaciones con el que pasaron de 160 a 90 empleados. José Luis confiesa que es mejor hacerlo así, porque hay gente que llevaba en la empresa 45 años y no conviene mezclar los sentimientos con la realidad económica.
El propietario dio ejemplo y dejó de cobrar su sueldo hace dos años para que ningún empleado suyo pudiera no cobrar cuando él lo estaba haciendo. Por este motivo, considera que la propiedad tiene que apoyar, dar las facilidades posibles al proceso pero no comprometer el patrimonio personal en estas cosas.
«Yo sabía que podía perder la empresa después de seis generaciones en mi familia pero no estaba dispuesto a que se llevara por delante mis otras cosas. Creo que son dos compartimentos diferentes», remata nuestro invitado.
«Cada día de concurso es un día más de muerte», dice Flores, por lo que anima a reducir al mínimo el tiempo en concurso y comenta que han pasado de facturar 30 millones de euros a entre 20 y 25. Otro de los riesgos de alargar el proceso es que la gente más válida se puede marchar a la competencia, lo que hace que la compañía se descapitalice.
Fuente: ESdiario