Santalla acusa a las industrias de seguir escudándose en los precios bajos de la distribución para no elevar los mismos en el campo, cuando, en realidad prácticamente se ha puesto fin a los precios de oferta en las grandes superficies quedando los beneficios en manos de las empresas transformadoras. “Ya está bien de echar a la gran distribución todas las culpas cuando, en el caso de la leche, son ya pocos los casos de ofertas a precios reclamo y, además, cuando han subido las cotizaciones de otros productos como la grasa”, señala Santalla.
Apoyo a la leche española
Desde la organización interprofesional de la leche, Inlac, esta exigencia del Ejecutivo se quiere complementar con una fuerte campaña para la promoción de los productos lácteos, pero solo de los españoles. Para ello, han planteado a Agricultura la prórroga de la extensión de norma con cuotas más altas para ganaderos e industriales para pasar de recaudar 1,23 a 1,9 millones de euros cada año con el fin de disponer de los fondos necesarios para su desarrollo.
En medios agrarios no se oculta que la exigencia del etiquetado puede verse como una acción de apoyo para aumentar el consumo de los productos españoles, una especie de política renacionalizadora de la demanda, pero es lo mismo que están haciendo otros países comunitarios con el silencio de Bruselas.
En el caso concreto de España, las experiencias para apoyar a los productos nacionales no han sido positivas. En los últimos años, para impulsar la demanda de leche líquida española, se acordó poner en los briks la leyenda de Producto Lácteo Sostenible, PLS, para diferenciar la leche española. La medida no se tradujo en un mayor consumo interior de la misma que siguió cayendo desde los 100 litros por persona y año en el 2000 a menos de 70.
Artículo escrito por: El País