Es muy probable que Mario Draghi termine su mandato sin haber subido nunca los tipos de interés. En la última semana, el Banco Central Europeo y la OCDE han rebajado sustancialmente las perspectivas de crecimiento de la Eurozona.
Italia está en recesión y la locomotora europea, Alemania, la economía mejor ajustada de la región, está dando señales inesperadas. Los demás países están en franca desaceleración, aunque España muestra una fortaleza que podría no durar mucho.
El parón de la economía alemana a finales de 2018 ha sorprendido a muchos. A pesar de las distintas crisis, Alemania mostraba un crecimiento constante de su PIB real del 2% al 2,5% desde 2014. Parecía inmune a los errores que cometían los demás europeos.
La explicación del frenazo está en el sector exterior: las exportaciones suponen casi el 50% de la economía alemana. Entre 1970 y 1995, las exportaciones pasaron lentamente del 15% a poco más del 20% del PIB. Pero desde 1995 hasta hoy, sus exportaciones subieron otros 25 puntos porcentuales, y se situaron en más del 47% a partir de 2017.
De pronto, una economía que era fiable y de bajo mantenimiento, como un motor diésel, se está viendo seriamente amenazada. Y una de las razones es que su poderoso sector del automóvil está cogido entre varios fuegos. Por un lado, los aranceles de Donald Trump y por otro las medidas medioambientales que están penalizando la tecnología diésel, les han situado en el disparadero.
Sin embargo, el hecho más llamativo ha sido el daño que ha causado a la economía alemana la desaceleración del crecimiento chino y las amenazas de represalias de Trump contra ese país. Por alguna razón que no se había percibido con claridad hasta ahora, las cadenas de valor alemanas están mucho más integradas con la economía china de lo que se pensaba.
Y este es realmente el peligro del proceso de desglobalización en el que nos encontramos inmersos desde la crisis de 2008. El fenómeno se ha notado en los flujos comerciales. La Organización Mundial de Comercio ha vuelto a alertar en febrero de que este trimestre el comercio mundial seguirá desacelerando y que la ralentización «será todavía más acusada» si las guerras comerciales se agravan.
La última oleada de globalización, la que empezó tras la caída del Muro de Berlín y el desarrollo de internet, ha sido la más poderosa y extensa que hasta ahora ha experimentado el planeta. Sus beneficios han sido evidentes, pero también ha dejado perdedores.
El populismo ha sido una respuesta política al descontento de éstos. La elección de Trump, el Brexit, las victorias populistas en Brasil e Italia son señalados como hitos del avance de las fuerzas desglobalizadoras.
Lo llamativo del parón de la economía alemana es que nadie sabe a ciencia cierta hasta dónde se han mezclado las cadenas de valor mundiales. El mundo se ha hecho mucho más complejo y ya no se trata de que una guerra comercial impacte en la balanza comercial de otro país, sino que puede dañar a los sistemas productivos de una manera nunca vista si las empresas se han integrado en cadenas de valor cuyos elementos no son fáciles de reemplazar
Fuente: ElMundo